lunes, 20 de junio de 2011

con auto...

Caminando por la calle se nota claramente si una persona anda en auto o no. El que anda en auto no tiene mil buzos de lana, gorro, bufanda y guantes. El que anda en auto tiene un abrigo grande, pero debajo tiene ropa no tan abrigada, bucitos de algodón o de hilo, camisas, sus zapatos no tienen corderito por dentro, es más quizás ande de mocasines o mujeres de tacos y medias de nylon, porque en realidad su camino va desde un espacio calefaccionado al auto y hacia otro espacio calefaccionado. Sus hombros no están pegados a sus orejas. La cabeza no va mirando hacia el suelo totalemente tapada. Andan con el pelo al viento, con una cara relajada. No van cargados de bolsas y bolsitos (porque ya los dejaron en el auto). Si alguien que comunmente viaja en auto sube a un ómnibus, (porque éste se encuentra en el taller, u otro miembro de la familia lo tomó prestado), se nota enseguida. La persona paga el boleto con un billete grande, porque no sabe cuánto vale el boleto, demora frente al guarda esperando el vuelto, se ríe. Mira a la gente del ómnibus a los ojos, para él es algo exótico entrar al bus, todos le parecen personajes. Se sienta y mantiene su sonrisa como un turista en otra ciudad. Mira por la ventana el recorrido, mira a la gente que sube, si sube un cantante lo escucha atentamente, le da propina.
Los días que me prestan el auto soy esa persona y soy feliz, pero después de sufrir el stress del tránsito vuelvo a la tranquilidad del ómnibus, a mirar por la ventana a no preocuparme por los semáforos ni por los peatones y soy feliz de nuevo.

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